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MI QUINTO LIBRO SOBRE EL MODELO PARCUVE: RECONOCER Y SUPERAR LAS RELACIONES TÓXICAS Y LA DEPENDENCIA EMOCIONAL

Cada libro tiene su propia historia. Este surgió como una forma de poder entender mi propia historia de apego, no de la que viví en mi infancia cómo en mi primer libro, si no la que elegí vivir con mis parejas y amigos como adulto. Supongo que no es casualidad que este libro fuera terminado bajando el río Amazonas durante un viaje de cuatro días, en un barco mercante, en el que las horas se me hacían eternas. Ese viaje representa mi necesidad de conocer los lugares más recónditos del planeta y de la mente humana, aunque sea la mía. Pero también una manera de provocar la soledad a la que tanto miedo tengo creo que al buscarla yo no dejo que me encuentre ella.

 

 

Este libro crea una nueva forma de entender las relaciones de pareja desde una perspectiva novedosa del apego adulto. Se explica como la emoción predominante en cada uno de nosotros determina cómo nos relacionamos con los demás tanto en la amistad, el trabajo o las relaciones de pareja.

Siguiendo las emociones del modelo Parcuve se explican las diferentes estrategias de personalidad relacionadas con la necesidad excesiva de conexión o el miedo a esta. La rabia que lleva a la dependencia y la sumisión cuando es inhibida o a la agresión y el control de los demás cuando es usada para sentir poder sobre los demás.

 La culpa hace que las personas quieran rescatar a los demás pudiendo arrastrarles a la codependencia. La vergüenza, puede aparecer, cómo una falta de autoestima que lleva a la dependencia o usarla para avergonzar a los demás para tener la seguridad de no ser abandonados.

En este libro, he tratado de innovar creando una clasificación basada en el apego adulto desde la perspectiva de las emociones que están en el modelo Parcuve. De hecho, la palabra emoción proviene del latín “motivare” que se puede traducir como movimiento. Estas emociones son los que nos motivan, o empujan, para actuar de un modo u otro.

 

En esta nueva clasificación he querido ser un observador que actúa como un motor inmóvil cómo si yo si hubiera sido alguien completamente neutro y observara cómo los demás se han ido posicionando conmigo a partir de esta postura. Esto, cómo no puede ser de otro modo, es completamente falso, nunca he sido neutro. Mi apego es claramente evitativo, pero esta vía es el único modo que encontré para tratar de poder observar del modo más objetivo posible cómo han sido mis relaciones estos años. Es tan ingenuo como pensar que un antropólogo que convive con unos indígenas del Amazonas no va a influir en su comportamiento, pero ese es el papel del antropólogo observar y tratar de no perturbar lo que observa. También, están miles de horas de terapia escuchando las percepciones y miedos de mis clientes y mis orígenes como biólogo que observa los ritmos de la naturaleza, pero no los juzga.

 

Cómo decía Tolstoi: “Todas las familias son iguales en sus alegrías, pero cada una es diferente en sus desgracias”. Y es cierto, que todos nos relacionamos de una forma muy parecida cuando estamos bien, pero sacamos nuestras defensas cuando nos sentimos amenazados potenciando emociones que pudieron resultar adecuadas en nuestra infancia pero que en la edad adulta resultan patológica.  Este ha sido el objetivo de este libro entender cómo se protegen las personas cuando se sienten con miedo, culpa, rabia, vergüenza, soledad o asfixia.

Mi clasificación de apego adulto surgió de forma natural al darme cuenta de cómo funcionan los juegos de poder en las relaciones:

 

  • Personas sanas que buscan relacionarse con los demás de forma equilibrada (apego seguro). En estas personas se encuentran presentes todas las emociones, pero las usan de un modo adecuado y son flexibles en su forma de actuar.
  • Sentir culpa puede llevar a cuidar de los demás como una forma de sentirse útil o valioso (evitativos dependientes)
  • Algunas personas pueden fingir interés, pero con distancia emocional, cómo un modo de conseguir poder, interés o sexo (evitativos controladores). Estas personas evitan sentir la conexión cómo un modo de protegerse de sufrir, para ellos relacionarse de forma íntima es peligroso.
  • Otras manipulan hasta extremos insospechados para conseguir los objetivos propios (psicópatas). Para ellos el poder, el prestigio, la admiración o el dinero son sustitutos del afecto.
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En el otro rango están los que necesitan controlar a los demás:

 

  • Los que fingen ser débiles o necesitados para poder conseguir conexión o sacar algún beneficio (ansiosos dependientes). Los domina el miedo y su necesidad de conseguir conexión es desesperada y si no la consiguen pueden volverse demandantes e incluso agresivos.
  • Los que manipulan de forma evidente y grosera, patéticos en su poca autoestima y terribles en su agresividad (ansiosos controladores). La vergüenza, el miedo a no ser suficientes los lleva a tener que humillar a los otros para conseguir la seguridad que no encuentran por sí mismos.
  • Finalmente, los antisociales son aquellos para los que no existen normas ni reglas que puedan o sepan respetar. Su impulsividad y pérdida de control los lleva a ser incapaces de lograr metas de ningún tipo a medio o largo plazo.

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