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Este post es un extracto de mi próximo libro sobre los trastornos de identidad y personalidad que tienen la fecha prevista de publicación en 2025
El trauma y sus tipos
El trauma como he explicado puede ser súbito, dejando en la persona un recuerdo indeleble o si no lo recuerda conscientemente si que le dejará marcas a nivel somático y emocional y esto lo conocemos como Trastorno de estrés postraumático (TEPT). Hace tiempo Van der Kolk y otros autores encontraron que personas que habían sufrido infancias traumáticas muchos años después tenían síntomas parecidos a personas que habían sufrido el trauma de forma reciente y a esto le denominaron Trastorno de estrés postraumático complejo (TEPTc).
En ambos casos se ve alterado de forma profunda el sistema de la consciencia. En la gráfica superior se pueden ver diferentes sistemas que se ven afectados por el trauma. Obviamente esto se puede dar en un grado diferente en función de la persona. Hay factores amortiguadores que pueden disminuir el impacto o factores agravantes que lo pueden amplificar. Del mismo modo en unas personas podemos encontrar unos sistemas más afectados que otros.
Judith Herman fue la primera autora de hablar el TEPT y a continuación dejo algunas reflexiones de ella: “…El trauma psicológico es el vínculo de los dañados. En el momento del trauma, la víctima se ve indefenso por una fuerza abrumadora. Cuando la fuerza es la de la naturaleza, hablamos de desastres. Cuando la fuerza es la de otros seres humanos, hablamos de atrocidades… Los acontecimientos abruman los sistemas ordinarios de atención que dan a las personas una sensación de control, conexión, y significado, estos se ven afectados y dañados. . . . Los acontecimientos traumáticos son extraordinarios, no porque ocurran raramente, sino porque colapsan las adaptaciones humanas ordinarias a la vida. A diferencia de las desgracias comunes,Los eventos traumáticos generalmente involucran amenazas a la vida o la integridad corporal, o a una persona cercana. Supone, a menudo, un encuentro con la violencia y la muerte. Enfrentan a los seres humanos con los extremos de la impotencia y el terror, y evocan respuestas de otras catástrofes…”
Hay diferentes sistemas que se verán afectados por el o los eventos traumáticos y que determinarán la identidad de la persona, Los principales pueden ser:
Queda claro que el impacto del trauma obliga a la persona y a su sistema nervioso y mental a hacer un sobreesfuerzo para adaptarse a circunstancias más o menos extremas que exigen un sobreesfuerzo para poder sobrevivir y relacionarse con los demás. El trauma conlleva una desviación de lo que es biológicamente adecuado afectando a la sensación de control, conexión y sentido a la vida.
El concepto de trauma supone una fractura entre un momento anterior y el siguiente. La persona después del trauma no puede ser la misma y debe reajustarse a lo vivido, pudiendo ser más sabia o quedando traumatizada, es decir rota.
la fractura de la identidad se da de forma biológica en tres etapas de la vida: A los 4 años, en la adolescencia y a los 22 años aproximadamente.
En estos tres momentos se da una fractura del self y una reorganización forzosa de la identidad que si no se resuelve de un modo adecuado (por supuesto es necesaria la presencia de figuras de apego) resultará traumática con las consecuencias que eso conlleva. Y además tendremos psicopatologías específicas asociadas a la no integración adecuada de estas etapas.
Dentro de los traumas hay dos tipos:
Están contenidos en la memoria episódica y, por tanto, pueden ser recordados por la persona a voluntad. No significa que no afecten al sistema interno, pueden hacerlo y mucho pero la persona sabe que hay un antes y después de que ocurriera. Suelen ser situaciones muy intensas emocionalmente o en los que la vida ha estado en peligro: Abusos sexuales, divorcios de los progenitores en edades tempranas, muertes de seres queridos, accidentes graves, catástrofes sociales o familiares, etc. Se suele poder situar el evento traumático en un entorno espacio-temporal.
El acontecimiento produce una fractura en la memoria autobiográfica de la persona, hay un antes y un después en la sensación de quien soy. Se debe hacer mucho esfuerzo para que los recuerdos no inunden la consciencia y, a menudo, pueden hacerlo en la forma disruptiva cómo flashbacks, voces disociativas, insomnio, ansiedad o ataques de pánico.
Si el acontecimiento ha sido muy grave puede quedar amnésico, excluido de la memoria episódica pero si condicionando la memoria autobiográfica. Estos traumas son relativamente fácil de recuperar en terapia en un contexto de seguridad terapéutica. En estos casos si que se necesita mucho cuidado por parte del terapeuta para acceder al material traumático al ritmo que la persona pueda tolerar, si no causaremos iatrogénesis o retraumatización.
Están contenidos en la memoria semántica en forma de conceptos sobre uno mismo o los demás, de forma despectiva o sobrevalorando, pero no se tiene constancia de hechos relevantes en la memoria episódica. Quedan integrados en la memoria autobiográfica de una forma fragmentada, sin conexión entre los sistemas de defensa y los de la vida diaria. El flujo de consciencia más que un río se parecerá a un delta con decenas de afluentes e isletas. No se puede situar el evento traumático en un entorno espacio-temporal.
La persona se siente mal y no sabe porque, no encuentra motivos en su historia que expliquen ese malestar. Y pondrá el énfasis en los síntomas con los que resuelve la ansiedad: Adicciones, problemas con la comida, relaciones tóxicas, impulsividad, anhedonia etc. Esto puede verse agravado por terapias que no tengan en cuenta el influjo de las experiencias traumáticas en el desarrollo de la persona.
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